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Si la materia importa, correr importa. Salir a correr no siempre ha sido lo que hoy conocemos como running, o lo que antes fue llamado footing o jogging. Correr, en la historia de la especie humana, ha tenido diversas interpretaciones y transformaciones por la influencia de discursos, modas o ideologías.

Por ejemplo, a través del estudio de las cinemáticas y las biomecánicas comparativas entre el caminar y el correr, hipótesis evolucionistas sostienen que factores como la fuerza esquelética, la estabilidad, la respiración, la termorregulación, así como el cambio en la dieta que se produjeron gracias a la práctica de la carrera de larga distancia en el homo erectus al llevar a cabo actividades de caza y recolección, fueron determinantes en su evolución como especie.

El running tal como hoy lo conocemos, fue “inventado” en Estados Unidos en los años 60 como parte de la necesidad de implementar mejores hábitos de salud en una sociedad urbana que tendía al sedentarismo, recientemente motorizada e industrial y que representaba gastos considerables para el Estado, el cual veía nacer diferentes enfermedades entre sus pobladores hombres y mujeres de clase media. Bill Bowerman, quien sería el co-fundador de la marca Nike, Inc., fue uno de los que implementaron el manual del jogging como modo de acondicionamiento físico y paliativo de la sociedad sedentaria de la época.

Correr importa porque actualmente corren en el mundo millones de personas y lo hacen de múltiples formas con variados efectos sociales, subjetivos y económicos.

En las últimas décadas el incremento en la participación de personas en carreras populares y el gasto económico en productos digitales, ropa, gadgets o aditamentos para correr ha ido en considerable aumento.

A partir de la década de los 70 en los Estados Unidos, cuando se llevó a cabo la primera maratón popular en Nueva York en 1970 con 127 corredores, se desató un auge en la carrera competitiva y en el jogging para la recreación y esto produjo un efecto dominó en otros países donde hubo apogeos similares.

En España, donde hoy corren alrededor de 3,14 millones de personas , es común vincular el “boom” de la carrera con la crisis económica iniciada en 2053 . También es común que se piense que, como las personas estaban desempleadas, tenían mucho tiempo libre y poco dinero para invertir en gimnasios u otras actividades deportivas y recreativas eligieron el running por considerarlo un deporte sencillo y barato, que alivia el estrés y la ansiedad, y que prácticamente cualquier persona puede acceder a él.

 

El running es comúnmente “utilizado” en base a un discurso “oficial” con diversos fines, no sólo el deportivo. Al incorporar la ideología dominante neoliberalista, vehiculiza sus valores y sirve como recurso y motor de sus mismos propósitos.

Un ejemplo es cuando se le incorpora como símbolo de éxito, emprendimiento y salud por parte de figuras públicas que llevan a cabo campañas políticas y que aspiran a ocupar puestos públicos (Canepa, 2012) y que utilizan como slogan o marca pública el running a manera de identidad.

Ser runner y encarnar sus valores puede ser un símbolo de buen estatus para promover una imagen de respeto o una cultura que responde y hace eco con los valores dominantes actuales.

La práctica del correr también ha sido vehículo de generación de acciones de igualdad basadas en la promoción de valores comunitarios, sociales y deportivos con fines de aglutinar grupos por género o discapacidad . Por su parte, el running como práctica de recreación, ocio, actividad física y tiempo libre, se ha estudiado desde hace algunos años desde enfoques críticos en ciencias sociales, arte y estudios culturales físicos, para explorar las relaciones del sujeto consigo mismo, con otros, y con su ambiente/contexto sociocultural .

También ha sido explorado como una herramienta crítica-creativa  que busca rastrear expresiones de los individuos y los grupos, activándolo como una tecnología o app para relacionarse y comprometerse con la realidad cotidiana en tonos políticos y creativos, es decir, a manera de herramienta de empoderamiento para las personas en contextos específicos.

Un ejemplo de esto es la Maratón Anual de Palestina llamada Right to Movement que tiene por objetivo reivindicar el derecho universal al movimiento según la Declaración Universal de Derechos Humanos. La Maratón, en este caso, ha sido explorada como un acto que deviene una expresión política y poética de las variantes prácticas del running, más allá de la salud y el bienestar corporal que genera.

Estos ejemplos nos permiten dar cuenta de cómo el utilitarismo que se hace del running como discurso oficial, así como su estudio desde diversas aproximaciones académicas, han permitido, entre otras cosas, complejizar la reflexión sobre las prácticas de la vida cotidiana en relación con el cuerpo, el espacio, el género, la política, las tecnologías digitales y el movimiento.

De este modo es posible reflexionar y repensar, no sólo teorías y metodologías. Algunas formas de correr se edifican en torno a “discursos oficiales” que dan forma al running en su sentido mainstream, es decir, se convierte en práctica popular a nivel global, por lo general vinculada a una actividad de masas, en donde la competencia, el reto, el emprendimiento, la generación de marcas y el consumo de gadgets y tecnologías forman parte del engranaje de una moda practicada dentro del espacio urbano, que responde bastante bien a los valores del sistema neoliberal en el que vivimos. De hecho, el turismo en las ciudades se ha visto fuertemente influenciado por esta tendencia y ahora viajar para correr una maratón es una nueva forma de turismo.

El running se practica primordialmente en la calle, en el espacio público y por consiguiente el contacto de los practicantes con la ciudad es total.

Además, la digitalización de la práctica del correr es también un hecho que va en aumento a través del uso de relojes, bandas de pulso, chips, teléfonos móviles, plataformas digitales y apps especializadas, dando paso a la generación de consecuencias variadas en las relaciones que se gestan entre materialidades diversas, ya sean cuerpos humanos, ambientes urbanos o tecnologías digitales y por consiguiente en los modos en que se producen y configuran diversas corporalidades en el espacio, yendo en su expresión más allá de los límites de la piel.

Entonces, cuando nos referimos al running como práctica y discurso “oficial” contemporáneo, estamos hablando de aquellas expresiones del fenómeno que tienden a incorporar los valores del neoliberalismo como discurso y estructura mainstream de nuestra época.

Los procesos relacionales del running como práctica, podemos saber sobre el surgimiento de conocimientos en torno a la salud, el cuerpo, lo digital, el territorio y la práctica misma del correr.

Estas expresiones las vemos reflejadas en diversos medios (narrativas de los participantes, medios de comunicación, observación cotidiana de las prácticas del running, imágenes promocionales de grandes marcas deportivas, etc.). Pero no son sólo los medios masivos de comunicación y las grandes marcas las que promueven constantemente el refrendo de estos valores y la construcción de culturas consumistas, individualistas y superficiales a través de la creación de grupos de entrenamiento o productos y servicios; también las instituciones como los gimnasios o las empresas,  tienden a facilitar las plataformas y escenarios que fomentan este tipo de conductas en sus empleados y socios, a través de grupos de running entre colegas para promover el emprendimiento, la superación personal, la competitividad o el trabajo en equipo.

Sin embargo, también observamos la fuerza de la sociabilidad que gesta el fenómeno y sus múltiples expresiones de solidaridad, bienestar, cuidado y compañerismo entre sus miembros.

Elegir correr solo o correr en grupo es una cuestión que depende de la disponibilidad de tiempo para asistir a los entrenamientos y compaginarlos con las actividades de la vida cotidiana, de los objetivos que se quieran lograr y de las motivaciones específicas que se tengan, como el poder tener un tiempo de soledad para pensar o estar con uno mismo mientras se corre, por comodidad de elegir libremente rutas y tiempos para correr sin depender de alguien más, así como también por la elección de compartir la práctica para sistematizarla a modo de un entrenamiento específico y especializado, o por descubrir que el grupo aporta elementos de “empuje” y “arrastre” para el logro de los objetivos, que quizás corriendo en soledad no se consiguen tan fácilmente.

Fuente:https://Tesis+doctoral+final.pdf?sequence=1

 


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